domingo, 12 de junio de 2011

LA CALLE DESAPARECIDA





Camino con las dos niñas,
las dos niñas y el perro,
a la luz dorada del atardecer.
Camino sin encontrar
Sainz de Baranda 63.





Pregunto a los pasantes
por la calle Sainz de Baranda
y me indican una bocacalle
una calle y otra mas
laberinto infernal.





Mas por vueltas que doy
la ciudad metamorfosea
y la calle gris se hace verde canal
y las aguas cenagosas y sucias
fluyen ante mi atónita mirada.





Así como la luz dorada
se torna obscura y tenebrosa,
turbia y arremolinada,
cae el perro en el agua
y desaparece con lastimoso quejido.





Allá lo transporta aterrorizado
el turbio canal, allá desaparece,
y la calle Sainz de Baranda no está.
Lugar de mi infancia lejana,
así como la infancia, se esfuma.





Recuerdo la cercanía del Retiro,
el juego del escondite entre risas.
Allá se atisba la verde arboleda
al final de ancha avenida,
ahí jugarán las niñas.





He aquí inconmensurable el puente,
largo que no se ve el final
al que sigue gran mancha verdosa,
hacia la cual le gente camina pausada
bajo una llovizna sutil.





El puente de piedra gris
se pierde en la neblinosa nada,
como en una laguna Estigia
de repente surgida en la ciudad
y en ella despacio entramos todos.





La calle Sainz de Baranda
se pierde en el olvido
de la precedente vida.

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