Si supieras, amiga mía,
si
pudieras verla
con
qué aterciopelada melancolía,
con
cual dulce y húmeda suavidad
con
qué sedoso amor,
el
agua invade, besa, abraza,
en
su marea alta a Venecia.
Viene
despacio e inexorable
a
acariciar la gris piedra
y
la besa con su intensidad salada.
!Oh
si las aguas pudieran hablar!
Hablarían
a la vetusta piedra,
mientras
lentas la abrazan,
de
sus viejas historias,
de
piratas y marineros de la ciudad,
de los solemnes esponsales
de
los Dogos con el mar.
Le
contarían de Giacomo Casanova
y
de sus fiestas amorosas y libertinas
en
las antiguas casas del Gran Canal.
!Oh
aguas que besan, que acarician,
que
te hacen soñar
en
los días de alta marea
entre
el cielo y la laguna,
!Oh
niebla que baja lenta!
!Oh
gris algodonoso!
!Oh
aguas que invaden calles,
plazas,
plazuelas, casas y palacios!
!Oh,
amiga mía, tanta belleza
me
hace desvariar!
“desposamus
te, mare.
In signum veri perpetuique domini”
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