Nada
puedo celebrar
ni
el año que viene
ni
el año que se va,
no
puedo, no,
ni
tomar una gota de champán
ni
siquiera oír una nota musical.
Mi
pensamiento va
hacia
quienes ya no están
o
porque la vida les fue robada
o
porque la vida les traicionó.
¿Como
no pensar?
¿Como
olvidar, con una copa en la mano,
esa
película en blanco y negro
llamada
2012 de infausta memoria?
No,
el alcohol no me lo borrará.
No, no serán borradas
las
caras de los niños inocentes de Siria,
Si,
esos niños inocentes de Siria
asesinados
por un criminal
en
el 2012 de infausta memoria.
Ni
tampoco se me podrán borrar
las
caritas fotografiadas
de
las criaturas de Connecicut
masacradas
en su escuela sin piedad
en
un acto de diabólica y juvenil maldad.
Ni
aunque tomara no una, sino más copas,
de
mi mente desaparecerían
Harold
Cepero ni Oswaldo Payá
a
quienes le fue robada la vida
en
su lucha por la libertad.
Así
es la vida,
así
es la historia,
me
dicen mis voces interiores...
así
mismo ustedes me lo dirán.
Lo
sé, lo sé, es así.
Pero
no se puede más
No,
no se puede más.
Ni
tampoco puede más
una
España herida y desangrada
ni
puede más
tanta
gente sin poder trabajar.
Ni
pueden más
esos
jóvenes que,
cuales
aves en desbandada,
como
única alternativa,
como
única forma de vida,
tienen
la de para alguna parte
emigrar.
Y
para eso tantos padres y madres
se
esforzaron para forjarles un porvenir
y
para que fueran a la universidad.
Surcos
llenaron mi cara
antes
de que se helara
definitivamente
mi corazón.
Nada
en mi alma puede celebrar
ni
el año que viene
ni
el año que se va.
Recordando a
Oswaldo Payá y Harold Cepero
y a los
muchos niños del mundo que les fue arrebatada la vida como a ellos.
Pensando
también en aquellos jóvenes de España que deben emigrar
por carecer
de oportunidades.
31 Diciembre
2012
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