En
el camino
todo
se ha hecho incierto, bajo y breve,
así
como el sendero angosto
dentro
del bosque oscuro.
Y
has llegado tú, Violeta.
Era
arduo hasta ahora
afrontar
la bajada
entre
piedras y guijarros.
Pero
me has dado tu mano,
Violeta.
Y
hasta la niebla
que
me había envuelto
como
sudario viscoso y frío
se
ha disipado.
Ha
sido tu mirada,
Violeta.
Grises
son tus ojos,
Violeta,
grises,
preludio
de la noche
que
sobre mí incumbe.
Había
olvidado mi nombre
pero
tu me lo recordaste,
Violeta.
Había
olvidado las palabras,
Violeta,
pero
tu me las escribiste
en
la palma de la mano.
El
bosque oscuro
está
dentro del laberinto.
Pero
tú me vas a ayudar
a
alcanzar la puerta.
Muerte
con rostro gentil
que
abrazas a quién se pierde
y
en el último tramo,
Violeta
brindas
tu luz.
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