Te
fuiste un día
perdiéndote
en la niebla.
En
principio era una calígine leve,
deviniendo
lechosa y densa.
Quedaste
ahí,
como
una fotografía
parada
y quieta
que
de ocre el tiempo pinta.
Al
inicio no recordabas
y
solo vagabas en silencio.
Pero
ahora hablas a los árboles de cristal
y
a las ranas de la verde charca.
Encontraste
la bicicleta oxidada
y
al diablo de mi sombrero.
A
tu encuentro fueron los pájaros
e
incluso la mariposa aquella azul.
Hallaste
tus soldaditos de plomo
y
el álbum de cromos
y
hasta tu pizarrín.
Sonaban
bellas canciones
muy
dentro de ti
y
abrazaste tantos amigos
cuyo
nombre no recordabas.
Ni
ellos tampoco lo recordaban
pero
no importaba.
Mala
vida no es
la
de aquellos que todo olvidan.
Peor
es aquella
la
de los que los recuerdan.
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