Tan
leves sois
que la
Muerte ha creído
de
transportar nubecillas
en sus
brazos.
Sí.
Nubecillas sois.
Pequeños
niños,
infancia
apenas brotada,
en
tierra ingrata.
Vuestra
vida ha sido tan breve
que el
mundo
ni
siquiera vuestro nombre
ha
podido conocer.
Vuestra
única nana
el
silbido de las bombas
y el
grito de vuestras madres
en la
noche oscura.
Polvo,
sangre, muerte,
ese
vuestro corto transitar
en la
tierra donde Caín
mató a
Abel, su hermano.
Que los
ángeles
os
devuelvan la sonrisa
y Dios
en sus brazos os acoja.
Que los
hombres
abandonen
su cainita locura
que vuestra tierra, de sangre más no se nutra
y los niños puedan
vivir en paz.
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