martes, 18 de octubre de 2011

NIÑOS QUE SE PIERDEN EN LA NIEBLA





La niña toma al niño de la mano.
Inclinados, miran las hormigas en fila,
cuando pasa la libélula como si bailara
maravillosa, irisada, misteriosa.


La niña aprieta la mano del niño y
juntos corretean tras ella que,
arriba y abajo, juguetea bajo el sol
como si les sonriera y hablara.


La niña corre con el niño de la mano
escuchando encantados los pajarillos
escondidos en el follaje cerca del agua.
Toda la naturaleza canta para ellos.


La niña y el niño, cogidos de la mano,
corren felices mientras cae la tarde
y las sombras oscurecen los colores e
ilumina el parque la luz de las farolas.


La niña abraza, atemorizada , al niño
mientras llega ella, la gris neblina,
que el río, adormentándose, desprende.
Entran con asombro en la masa algodonosa.


Niña y niño se desorientan en la blancura,
caminan con los ojos muy abiertos.
Ya no están las hormigas ni la libélula,
calla la algarabía de los pájaros.


Niña y niño gritan mientras entran,
entran y van desdibujándose, sus figuras que
por la niebla van, entran al laberinto de cristal
donde baila la libélula un eterno vals.


Fuera del laberinto lágrimas, estupor.
En vano vuestro nombre invocan
responde solo el silencio, solo el dolor.



A los niños perdidos
A los niños desaparecidos

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