...Y veo pasar ángeles bellos e iridiscentes
que iluminan el laberinto de cristal,
caminando silenciosos con sus diminutos pies,
causando asombro a los seres vagantes del lugar
que sin saber quienes son, les saludan gozosos.
Oh sí, están llegando los ángeles
-quién lo dijera- al laberinto de cristal,
lugar de perenne búsqueda ansiosa de algo,
palabras, recuerdos, cosas o personas perdidas
obscuro y donde raramente brilla la felicidad.
Son niños que no han conocido la luz
y ellos mismos en luz se convirtieron
esparciendo por donde van su luminosidad.
Algunos son tan pequeños, exiguos, mínimos,
que en la palma de la mano pueden caber,
edad no tienen de caminar y sin embargo caminan.
que en la palma de la mano pueden caber,
edad no tienen de caminar y sin embargo caminan.
Son los niños que nunca han existido,
niños que ni siquiera tuvieron un nombre,
algunos se fueron sin avisar y otros,
fueron expulsados en su silencio sin gritos,
pequeños despojos a los que nadie llorará.
Hijos del amor, la indiferencia o del dolor,
ahora van luminiscentes, radiantes, alborozados
a alumbrar aquellos ángulos sombríos
del desconcertante laberinto de cristal.
En la fila de las minúsculas criaturas,
brillantes cual luciérnagas en la noche,
me parece entrever al pequeño David,
también él punto de luz que deslumbra.
Y aunque nuestras miradas se cruzan
no lo puedo ni rozar a través del cristal,
hoy es ángel en el jardín de los ángeles
verle me da sentido y colma de serenidad.
A DAVID
A LOS NIÑOS DEL “JARDÍN DE LOS ÁNGELES NONATOS”
ROMA
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