Llega la lluvia,
esa de goterones sonoros,
con su ruido de tambor
y trasfondo de trueno rumoroso,
al jardín holandés.
Se refugia la tórtola gris
en la fronda verdosa,
en el abeto se esconde el mirlo.
Y yo miro al cielo plúmbeo
que nos mira enojado
enviándonos su diluvio
Que es corto, intenso y ruidoso.
Se sutiliza luego la lluvia
volviéndose dulce y suave,
ínfima como niebla
deshilachada sobre
el rododendro florido
y los fúlgidos tulipanes.
Se desliza ya tornada fina la lluvia,
bendita lluvia, por la cara
lavando la piel y el alma.
Se trasfigura caprichosa la lluvia
y , hendida por el sol, tornase
arco iris, abanico de color,
regalo a los hombres
del mismo Dios.
Se va la lluvia del jardín
y tras su paso queda
la hierba resplandeciente,
húmedo el plumaje de la tórtola,
perfumada la tierra,
el negro mirlo picoteando larvas.
Se despide con gentileza la lluvia
dice adiós el arco iris,
vestida de nube se va.
De nuevo azul el cielo
más vivo el color de las flores.
Y tras ella queda la calma
con sonido de pájaros cantores
en el jardín holandés.
APUNTES HOLANDESES
A mi hija Graziella.
Escrito en su jardín holandés
en un día de lluvia.
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