La mar está como borracha y quejosa
de espuma blanca coronada,
pálida plañidera que en el gris
del horizonte se confunde,
y cuyo bramido ensordece y aturde,
atronador, con su bronco sonido.
Las figuras en la playa se encorvan
para no ser arrebatadas por la furia
de las rachas ventosas que los dioses
sombríos del Mar del Norte
envían con potencia no contenida.
Grises las olas al cielo desposan,
ceremonia sonora bajo la obscuridad
y el sonido orquestal de los vientos,
flautas sibilantes en la marcha nupcial.
Se desparrama el agua, surgida
oblicua desde el cielo y la mar, la cual
azota con rabia en furiosas ráfagas
desvíantes del vuelo de las aves marinas
cuyo miedo entre el fragor gritan.
Dunas, dunas, dunas, ondean en la playa,
y detrás, una oscura mancha en movimiento,
bosques frondosos que ni el sol atraviesa
y cuyos árboles de radical verticalidad
se balancean en el aire en su verde danza
bajo la rumorosa catarata del temporal
y el agudo sílbo del viento, marcha nupcial,
sonata interpretada por los cielos y la mar.
Se oye el relinchar de caballos blancos,
blancos como la espuma embravecida,
que galopan por la ancha orilla
con las crines por la ventisca removidas
reflejándose en la arena reluciente y mojada
llana por el ir y venir de las ondas.
Aúlla, canta el viento, entre el negro pino
canta, como si la naturaleza entera
rebelde, quisiera dominar al mundo,
gritando a todos su tonante superioridad.
APUNTES HOLANDESES
Playa de Bergen
24-6-2012
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