Es
febrero, San Valentín, nieva.
Me
inunda la nostalgia
de
la próxima primavera.
Cuando
veo el jardín
en
su resplandeciente albura
pienso
en qué lejanas quedaron las flores
de
aquel ayer que otrora fuera.
Y
en tanto que avanza la edad
los
inviernos parecen alargarse
y
el corazón, dentro, que se hiele
por la primavera anhelar.
Por
san Valentín las aves anidan.
Ya
veo las tórtolas con pajillas volar
construyendo
casa en su rama habitual.
A
ellas el febrero nevado les da igual
para
sus pequeñas almas el tiempo
es
un calendario natural.
Cuando
sus polluelos el huevo abran
habrá
rosales en flor y narcisos azules,
el
rododendro se vestirá de rosa chillón
y
el jardín estará en plenitud de color y olores.
En
la tapia ya habrá nacido
entre
hojas verdes la morada flor de la pasión
y
las margaritas blancas con su candor
vestirán
de primavera el jardín.
Caerá
una lluvia fina por Pascua
que
nos hará el invierno frío olvidar.
Y
quizá entonces un vigor nuevo
hará
de nuevo florecer nuestro corazón.
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