lunes, 26 de septiembre de 2011

BICICLETA OXIDADA EN PARED VACÍA

Para mi el vacío era solo un concepto.
Comprendí el vacío, amigo, lo comprendí
cuando escaparon al unísono
todas las nubes del cielo
cual bandada de gaviotas asustadas.
El cielo quedó ciego de puro azul.


Comprendí el vacío, amigo,
cuando torrenteras y ríos, todos a la vez,
se secaron bajo un sol inclemente
y aparecieron senderos pedregosos,
polvo, alacranes y serpientes.
La Tierra era un erial amarillo.


Comprendí el vacío, amigo,
cuando se derritieron los hielos,
transformándose el océano
en tumultuoso cementerio
de caballitos de mar y gaviotas muertos.
La tierra toda cubierta de agua gris.


Comprendí el vacío, amigo,
cuando se evaporaron los mares,
y algas y delfines formaron
un primordial amasijo maloliente
y en los fondos los barcos mutaron
en hierros torcidos, pura podredumbre.
La Tierra era solo un fangal ocre.


Comprendí el vacío, vacío, amigo,
el vacío de todos los vacíos,
cuando también escapé yo misma,
rara metamorfosis, a una bicicleta oxidada
abandonada en una pared despintada
de una ciudad barrida por el viento.


Solo quedas tú para mirarla.
Y ni siquiera tu quedarás ahora.
Nos avisaron, amigo, del mundo vacío
que llegaría a nuestras vidas.
Pero no nos lo creíamos.

viernes, 16 de septiembre de 2011

A DESHORA





Cuerpo,
estabas programado
para mi tiempo.


Pero llegas con fatiga
y la máquina falla
a deshora.


Ésta es la vida
que no entiende de programas
ni tampoco de horas.


El reloj se oxida
y no aguanta
ni hasta la alborada
del nuevo día.

viernes, 9 de septiembre de 2011

OLOR A CHOCOLATE






El verano se va diluyendo con languidez,
los patos de la charca y las golondrinas emigran,
y así las ventanas muestran un atardecer
con la playa grande vacía y sin vida.




Quedan las gaviotas que retoman posesión
del arenal vacío, huérfano de gritos infantiles.
Todas juntas miran estáticas hacia el sol que se oculta
oyéndose solo sus graznidos y el rumor de la mar.




Ya ni las golondrinas se refugian en mi baranda
en éstos días de fina lluvia de septiembre
en que los niños marcharon de la casona veraniega,
y de ellos quedó un vago olor a chocolate.




Guardadas en los armarios las toallas multicolores,
y los juguetes tirados en cualquier lugar,
camino por la orilla dejando las huellas
que como en la vida, borrará la mar.




Y de éstos días pasados quedarán
guardados en la caja de mi memoria
los gritos de niños, las gaviotas volando raudas,
manos infantiles con olor a helado de chocolate.




Cuando vuelvo a la casa reinan ya las sombras
y voy una a una cerrando las ventanas,
tras ellas se ocultará a mis ojos la luna,
y la mar nocturna convertida en plata.

viernes, 2 de septiembre de 2011

LA TRANSPARENCIA INFRANQUEABLE







He aquí que todo se evidencia
en el laberinto de cristal
espejos, sonidos, reflejos y rayos de luz
en una confusión cacofónica y desordenada.




Tras la niebla desaparecida
resplandece el colorido
de la fila de ranas con sombrero
de aquellos que fueron o serán.




En un rincón me veo con cara de niña
sorprendida con la cartera colegial
en la escalera a la que no sube ni baja
con un anciano lloroso al final.




Asombra la velocidad con la que pasa
la vieja cargada con su saco de mentiras
así como la multitud reunida en el desierto
que escapa apresurada.




¿A dónde irán la multitud, la vieja y las ranas?
Me veo abrazando un pequeño canguro
y su cara y la mía se miran al espejo
antes de subir al avión que no vuela.




El sol crea luces raras a través del vítreo laberinto
donde lágrimas y risas de las personas convergen
aunque no se tocan ni oyen, ni pueden cambiar
el pasado presente y futuro que contemplan.




No hay nada tan claro sin principio ni final,
mosaico enloquecido donde nada encaja,
caleidoscopio de la vida existente
imposible de cambiar.




Al final de una galería, veo al niño de las estrellas
guardadas en el bolsillo como luciérnagas
y a la niña que en la mano lleva mariposas.
Quisiera besarles pero el cristal lo impide.