martes, 8 de septiembre de 2015

ZETA Y PUNTO FINAL DEL LABERINTO DE CRISTAL



Cuando caída la luz crepuscular,

se hizo noche y silencio,

estalló repentino el trueno

y retumbó la tierra toda.



En el centro del laberinto vítreo

pude ver en el resplandor del relámpago

al niño con estrellas en el bolsillo,

a la niña que hablaba con mariposas,

al soldadito que pintaba nubes.



Pude ver también a los ángeles niños,

surgidos del fondo del mar

y a sus madres cruzando el desierto infinito.

Al vagabundo muerto con su perro

y a las furias laberínticas exaltadas.



De pie en el centro del laberinto de cristal

comprendí que el todo era la nada,

que todos éramos polvo estelar

mezclado con el humus de la tierra.



Así, vi pasar rauda a la reina de los sapos

con su corona dorada, collares y pulseras

seguida de sus ranas de sombrero verde

paseando en el lodazal.



Así vi resucitar el pájaro muerto

y con su cría volar alto,

y perderse en las nubes del cielo

mientras el anciano de la casa en ruinas

alzaba lloroso los brazos.



Al estallar el potente trueno

temblaron los árboles del bosque

y aullaron asustados los lobos

mientras se desbordaba el mar

y el barro andaba en ebullición.



Huyeron despavoridos los hombres

y los cristales volaron todos astillados

al grito de la doliente humanidad.

Dios miraba todo en silencio,

misterioso silencio el de Dios.



El estallido estruendoso del cristal

devolvió a algunos al cielo estrellado

y a otros al barrizal, cada uno en su lugar.

Así constaté que el todo era la nada.

Que solo pervivían los pensamientos

y las palabras como partículas en el aire

escritas en el infinito.





Constaté...

que no existía una secreta puerta

en el laberinto translúcido de cristal.

Solo arriba el Universo estrellado

y abajo el barro primordial.



Dios miraba en silencio,

gran misterio ese silencio de Dios,

el acabar del laberinto de cristal

en un estallido final

así como empezara.

De la A a la Zeta y los humanos

buscando una puerta que no existía.



Lloraban allá arriba los astros

y el universo absorbió el polvo estelar.

Después solo silencio.

De la Zeta a la A.



PAMPLONA 9 de septiembre 2015








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